Paul Delvaux (1897–1994) fue un pintor belga que destacó en el realismo mágico luego de incursionar en los estilos neo-impresionista y expresionista.
Sleeping Venus. 1944. Paul Delvaux |
La mayoría de sus obras muestran desnudos o semi-desnudos de mujeres en situaciones incongruentes. Las mujeres de sus pinturas son generalmente del mismo tipo: bellas, perfectas e inalcanzables; se muestran perdidas en el pensamiento o en un estado de animación suspendida. Así mismo, los esqueletos y los trenes también son objetos recurrentes de las obras de Delvaux.
Los escenarios que pinta el artista son muy elaborados arquitectónicamente y reflejan el interés de Delvaux por la antigua Roma. En algunas ocasiones estos escenarios son atemporales, pero en ciertos casos los edificios y los atuendos de los personajes en ellos forman parte de una ciudad del nuevo siglo a la que Delvaux se refería como ‘La Ville inquiète’ (La Ciudad Inquieta).
En 1959 ejecutó un mural para el Palais du Congrès en Bruselas, uno de los encargos decorativos a gran escala que emprendió Delvaux. Fue nombrado director de la Academia real de bellas Artes en 1965. En 1982 se inauguró el Museo Paul Delvaux en San Idesbaldo. Delvaux murió en Veurne en 1994.
La nascita del giorno. 1937. Paul Delvaux |
Las pinturas de Delvaux de finales del los años veinte y principios de los treinta, que presentan desnudos en paisajes, están fuertemente influidos por expresionistas flamencos como Constant Permeke y Gustave De Smet. Un cambio de estilo alrededor de 1933 refleja la influencia del «arte metafísico» de Giorgio de Chirico, a quien había conocido por vez primera en 1926 o 1927. A principios de la década de los treinta, Delvaux encontró más inspiración en sus visitas a la Feria de Bruselas, donde el Museo Spitzner, un museo de curiosidades médicas, mantenía un stand en el que se mostraban esqueletos y una figura de Venus mecánica en un escaparate con cortinas de terciopelo rojo. Este espectáculo cautivó a Delvaux, proporcionándole motivos que aparecerían a lo largo de su obra posterior.
A mediados de los años treinta comenzó a adoptar algunos de los motivos de su compatriota belga René Magritte, así como el estilo inexpresivo de dicho pintor al presentar las yuxtaposiciones más inesperadas de objetos por lo demás ordinarios. Encontró en James Ensor y, sobre todo, en René Magritte y Giorgio de Chirico, la inspiración de un estilo al que permanecería fiel hasta el final de su vida, calificado como realismo mágico.
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